martes, 17 de abril de 2012

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biografía de Galileo Galilei

Galileo_03Galileo Galilei puede considerarse como el padre de las ciencias. Galileo investigó en campos tan variados del conocimiento, que aún hoy, 400 años después sigue siendo un científico reconocido por sus descubrimientos e investigaciones.
Galileo nació en 1546 en la ciudad de Pisa en Italia, él fue el mayor de 6 hermanos y su padre quería que estudiara y tuviera una vida mejor. Así que lo mandó a un monasterio, Jesuita, ya que en aquella época no existían los colegios y allí era donde los niños iban a aprender.
Después de pasar 4 años en el monasterio, Galileo volvió a su casa convencido de que quería convertirse en sacerdote. Su padre quería que él fuera médico, así que en lugar de devolverlo al monasterio, lo mandó a la universidad de Pisa para que estudiara medicina.
Galileo comenzó a observar y descubrir el mundo que lo rodeaba desde muy joven. Las matemáticas y las ciencias le atarían muchísimo e hizo varios descubrimientos e inventos, como la ley del péndulo, que se utilizó luego para regular los relojes.
Galileo comenzó a dudar y a refutar muchas de las leyes que se daban por ciertas en su tiempo y fue expulsado dos veces de la universidad. Comprobó que una de las “leyes” de Aristóteles, en la que afirmaba que los objetos más pesados caían más rápido que los livianos, era falsa. Para probarlo, subió a la torre de Pisa, de 54 metros y desde allí arrojó una gran variedad de pelotas de diferentes dimensiones y pesos, frente a una gran multitud de profesores y alumnos, y demostró que Aristóteles estaba equivocado. Todas las pelotas caían al mismo tiempo.
Galileo_01Muy pronto se encontró sin dinero, con muchas deudas y tras la muerte de su padre, a cargo de la familia. El creía que podía inventar algo realmente original que pudiera vender, inventó el primer termómetro, el cual no tuvo mucha acogida y luego una brújula que podía utilizarse para dirigir los cañones en la guerra o para tomar medidas topográficas en el campo. Este invento le permitió hacerse a una buena cantidad de dinero y de fama.
En 1609 Galileo escuchó de un nuevo invento desarrollado en Holanda, un dispositivo para que los objetos distantes pudieran verse cercanos. Este catalejo o monóculo, al que se llamaría luego telescopio, no tenía aún patente de registro. Así que Galileo decidió tratar de construir uno y aunque nunca antes lo había visto y sólo lo conocía por rumores, logró hacer su propia versión muchísimo más potente.
Este invento le brindó la fama y la fortuna, muy pronto el inquieto Galileo, utilizó su catalejo para mirar el espacio y sus primeras descripciones de la luna, como un cuerpo celeste de superficie rugosa y llena de cráteres, creó gran controversia, hasta ese momento se creía que la luna tenía una superficie lisa y brillante.
Galileo_02En 1610, con un telescopio ahora mucho más potente, pudo observar tres lunas de Júpiter. Durante semanas, pudo comprobar que estos satélites giraban alrededor de Júpiter y no alrededor de la tierra… así que tal vez fuera posible que la tierra no fuera el centro del universo! Tal vez Copérnico tenía razón. Unos meses más tarde publicó sus hallazgos en un pequeño libro llamado “El mensajero espacial”.
A partir de este momento tuvo muchísimos problemas con la iglesia católica, que lo consideró un hereje, lo juzgó y le hizo retractarse públicamente de su teoría. Aunque fue acusado ante el tribunal de la inquisición en Roma, le perdonaron la vida, pero acabó sus últimos días recluido en su casa por cárcel.
Murió en 1642, en Florencia, pero hasta el último momento estuvo activo con su ciencia y publicó un libro sobre la fuerza y el movimiento, a pesar de estar ciego.
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lunes, 16 de abril de 2012


 
l romanticismo fue un movimiento artístico e intelectual que predominó en Europa y se manifestó en España durante el segundo cuarto del siglo XIX.  Eran tiempos de difícil gobierno en un país retrasado que despertaba del letargo oscurantista de pasados siglos. De la larga lista de personajes románticos que dominaron el pensamiento del siglo XIX, he escogido veinticuatro nombres propios entre artistas y literatos. Eran tiempos de difícil gobierno en un país retrasado
que despertaba del letargo oscurantista de pasados siglos.El cambio hacia la modernidad forzosamente le llevaría a serios conflictos sociales y políticos que se le fueron acumulando en sucesivas y difíciles crisis de gobiernos inestables, todo ello propiciado por una industrialización pujante y un mayor acceso del pueblo llano a la cultura.
 LA LITERATURA
 El romanticismo en su expresión literaria se destacó
 por la ensoñación poética de paraísos perdidos y
 exóticos paisajes. La naturaleza fue interpretada
 como el resultado de una asociación sentimental
 entre ella y el artista. En los hogares y en los
 talleres se leían los populares dramas por entregas
 o folletines, destacando en el interés del publico la
 lectura de temas de la vida cotidiana, las historias
 y las leyendas de gestas de cruzados, de piratería, raptos truculentos, hazañas heroicas y la
 descripción de exóticos paisajes. También  empezó
 a aparecer en el primer tercio del siglo XIX un tipo
 de literatura que se denominó costumbrista. Este
 estilo vertió su expresión más popular en la
descripción de los ritos familiares, la danza, el cante y la tauromaquia.
EL ARTE
 Las Bellas Artes iban muy unidas en la expresión del romanticismo, siendo la pintura, el dibujo y el grabado su medio preferente de difusión, seguido de la escultura, la arquitectura, las artes escénicas y la música. Se considera que la pintura de Goya fue el inicio del romanticismo, quien dominó el panorama pictórico del primer cuarto del siglo XIX, incluso superó éste movimiento yendo más
allá hasta alcanzar, gracias a sus pinturas negras, las lindes del expresionismo. En este tiempo surgieron grandes ilustradores, siendo España, sus paisajes y sus gentes el gran filón temático, situaciones, gestos y ambientes fueron plasmados en miles de bellas estampas que engalanaron todo tipo de publicaciones.
LOS VIAJEROS
 Muchos artistas y escritores fueron grandes viajeros. Entre ellos cabe destacar algunos extranjeros geniales que recorrieron los polvorientos caminos de España en busca de temas que despertaran el interés de su público. Se mezclaron con el pueblo llano y participaron de sus costumbres, tomando notas o haciendo bocetos de todo aquello que considerasen digno de ser contado o dibujado para deleite de sus admiradores.
LA HERENCIA
 Esta fue la gran aportación que aquellos viajeros
 hicieron al propagar con sus obras las bellezas de
 España, lugares y costumbres que, al tardío devenir de la modernidad, fueron marcados como tópicos. Muchos de estos arquetipos aun perviven en el folklore tradicional y siguen siendo transmisores de la historia y las costumbres más enraizadas en los genes de nuestro pueblo.En su momento estos tópicos fueron una moda, luego una herencia de la que el mayor caudal es consumido en mayor medida por un turismo de masas someramente conocedor de nuestra tierra y de nuestras costumbres.
Hoy aun podemos contemplar un reflejo del que fue el auténtico romanticismo decimonónico y costumbrista en todo su exotismo gracias a unas estampas que, a pesar del tiempo que ha pasado sobre ellas, mantienen toda la fuerza evocadora que les supieron dar unos cuantos artistas románticos, tocados por el "duende" de lo español.
     El romanticismo abandona la inspiración en la Grecia y Roma clásicas, huye también del realismo prosaico y de la pura belleza exterior para buscar el movimiento interior. Esta expresión interior suele manifestarse en tonos generalmente sentimentales, lúgubres a veces, desesperados e incluso disolventes. El artista capta el paisaje propio y trata de identificarse con él exaltándolo, mostrando asimismo una tendencia hacia lo arcaico,  lo que adquiere cierta melancolía.
     El romanticismo históricamente es más propio de los pueblos germánicos, en los demás países sólo adquiere tonalidades propias de cada espiritu nacional. En general revive aspectos de la Edad Media, tan censurada por los neoclásicos. Asimismo los ideales cristianos motivan a los escritores, y los paisajes melancólicos, las ruinas, las tierras exóticas son descubiertos por el artista romantico. En la mujer descubren no sólo el cuerpo bello, sino también el espiritu hermoso, por eso los artistas romanticos la tratan con toda consideración.
     El movimiento romántico abarca casi todo el siglo XIX; pero su mayor apogeo se sitúa entre 1825 y 1875.
Características más importantes del romanticismo:

- Es el movimiento que se opone a serenidad clásica.
- Es la expresión viva, que se opone frente a la frialdad del Neoclasicismo.
- Es la exaltación de la libertad, frente a las reglas de la academia.
- Es la variedad, contra la unidad en la composición.
- La imaginación y el sentimiento, frente a la razón.
     La arquitectura romántica no ofrece notas comunes y definidas. Vuelve sobre los estilos medievales, se convierte en Neo-gótico, Neo-románico, Neo-bizantino....., es decir, en la actualización de estos estilos, pero muy particularmente en gótico.
     La escultura se presenta también muy pobre y desorientada en general. Los escultores no se volvieron a los modelos góticos, ni a los modelos románicos de la Edad media. Modifican apenas los modelos neoclásicos, dándoles mayor movimiento e inspirándose más en la naturaleza. Abandonan los temas mitológicos y los de la historia clásica y se fijan en los de la Edad Media y contemporánea.
     En la pintura romántica lo que más resalta es la exaltación del colorido. Su rica policromía inunda los cuadros como una fuerte reacción contra la monocromía y la preponderancia de la linea que caracterizó a la Neoclásica. Por lo que se refiere al contenido, destaca el sentimiento personal que sale al exterior a través de las cosas; muchos de sus temas son extraídos de la historia, pero no en torno al mundo griego o romano y sus aspectos mitológicos, sino más bien al cuadro histórico con escenas de la vida.
     El retrato romántico suele ofrecer un interés mayor, por cuanto trata de reflejar mejor el espiritu del pintor antes que el de la persona en cuestión.
     El paisaje se convierte en ideal más que en un motivo, viene a ser un medio para expresar la intimidad del pintor; por esta razón, el paisaje en el cuadro romántico suele estar impregnado de melancolía, y muestra efectos fantásticos que prolongan las cosas y el cielo de acuerdo con la exaltación momentánea del pintor.

EUGENE DELACROIX "La muerte de Sardanapal" sardanpl_delacroix.jpg (135422 bytes)

EUGENE DELACROIX "La Barca de Dante" delacroix.jpg (157147 bytes)

EUGENE DELACROIX "Andromeda" andro_delacroix.jpg (175479 bytes)

THEODORE GERICAULT "The Woman with Gambling Mania" gambling_gericault.jpg (60618 bytes)

THEODORE GERICAULT "An officer of the Imperial Horse Guards Charging" gericaultjpg.jpg (75290 bytes)

INTRODUCCION AL ARTE

 
 
1. Ilustración y prerromanticismo 
2. El Romanticismo 
    2.1. La crisis romántica: la modernidad 
    2.2. Temas románticos 
            2.2.1. Egocentrismo 
            2.2.2. Libertad 
            2.2.3. Amor y muerte 
            2.2.4. La religión de los románticos 
    2.3. Nacionalismo romántico y Literatura 
3. Paradigmas románticos de la subjetividad 
    3.1. El Yo prometeico 
    3.2. El Yo solitario: la alienación  
    3.3. El sujeto dividido 
4. La herencia romántica 
5. Bibliografía 
 
1. EL ROMANTICISMO

  "El arte clásico tenía que reproducir una forma determinada, lo real, y sus imágenes podían identificarse con la idea del artista; el arte romántico tenía que representar o más bien indicar el infinito y cosas intelectuales, y veíase obligado a inspirarse en un sistema de símbolos tradicionales y de parábolas bellas... La imaginación realiza esfuerzos increíbles para expresar con imágenes materiales lo que es puramente intelectual" (H. Heine)
 
"Estaban seguros aquellos filósofos de que su filosofía había encontrado al fin las verdades eternas... de que habían encerrado el alma en una definición tan perfecta, que había de quedar prisionera en ella para siempre... el racionalismo quiso no considerar en el ser humano más que los valores universales de que era representante; pero al sustraerlo a la autoridad, a la tradición, a la norma venida del exterior, lo desencadenó. El ser humano, sin necesitar otra inspiración que la que le venía de sí mismo, se convertía en dueño de sus acciones... El individuo es libre; el pensamiento es libre; la pasión es libre; la expresión literaria es libre..." (P. Hazard, El pensamiento europeo en el siglo XVIII).
               
               
1. Ilustración y Prerromanticismo    El romanticismo es una revolución artística, política, social e ideológica tan importante que todavía hoy viven muchos de sus principios: libertad, individualismo, democracia, nacionalismo, etc.
 
    Entre 1770 y 1800 "Europa se acostó absolutista y neoclásica y se levantó demócrata y romántica". Gracias a la revolución industrial inglesa (1760-1840), que desarrolla una clase burguesa y sienta las bases del liberalismo; gracias a la revolución francesa (1789), que proclama los principios de libertad, igualdad y fraternidad; gracias igualmente a la revolución americana con su Declaración de Independencia (1776), que hace de los derechos del hombre su centro y establece la república como forma de gobierno y al pueblo como fuente exclusiva del poder; gracias a todos estos hechos la Libertad reemplaza a la tiranía, el poder absoluto se ve limitado y la democracia se erige en ideal de gobierno.
 
    Pero el siglo XVIII no es sólo despotismo ilustrado, racionalismo y neoclasicismo. Conviven con estas tendencias dominantes las corrientes deístas y místicas, y se reivindica también el valor de los sentimientos y de la pasión. Tradicionalmente la valoración de lo irracional y sentimental se otorga al siglo XIX, pero la centuria anterior también asumirá la importancia de estas zonas de la psique humana, como se aprecia en la importancia que el siglo XVIII da a la sublimidad.
 
    Para los clasicistas la belleza depende de las cualidades materiales de los objetos (unidad, variedad, regularidad, orden, proporción, etc.) más que de la sensación que producen éstos en quien los contempla. La belleza, en consecuencia, ha de proporcionar un estado de placer sereno, fruto del orden y la proporción, como ocurre con el arte griego.
 
    Pero también se tuvo en cuenta en el siglo XVIII junto a lo bello lo sublime, que desde la Antigüedad tenía que ver con la emoción. Dice el griego Longinos:
            "lo sublime es lo que nos emociona por su magnitud y energía superior a las facultades humanas; la Naturaleza, el cosmos, la grandeza y profundidad de pensamiento..."
    E. Burke adapta este concepto al siglo XVIII: la belleza produce placer, y los objetos que la producen carecen de fuerza y poder de producir terror o emociones fuertes porque son pequeños y delicados. En cambio, lo asociado al instinto de conservación (muerte, oscuridad, poder, energía, etc.) es lo sublime, que produce terror, pero también deleite si, convertido en objeto artístico inofensivo, no nos amenaza (por ejemplo, en una representación teatral o en un poema).
 
    Junto a la belleza clásica y serena, los neoclásicos también disfrutaron, pues, de la sublimidad, de las emociones fuertes en el arte, de la Naturaleza majestuosa y sublime, de los motivos fúnebres, macabros o sobrenaturales. Kant lo reflejó muy bien:
 
            "El aspecto de una cadena de montañas cuyos picos nevados se pierden entre las nubes, la descripción de una tormenta o la que hace Milton del reino infernal, nos producen un placer mezclado con terror. El espectáculo de los prados poblados de flores y los valles surcados por arroyuelos, y donde pacen los rebaños, nos producen también un sentimiento agradable, pero plenamente gozoso y amable... La noche es sublime, el día es bello. Los que poseen el sentimiento de lo sublime están inclinados hacia los sentimientos elevados de la amistad, la eternidad, el desprecio del mundo, el silencio de las noches de verano tachonadas por la temblorosa luz de las estrellas y la solitaria luna en el horizonte. Lo sublime emociona, lo bello encanta. Lo sublime terrible, cuando se produce fuera de lo natural, se convierte en fantástico."
             
    La Filosofía de la Ilustración replantea gracias a Locke y a Shaftesbury el status del ser, el cual es reivindicado como el primer objeto del conocimiento, en tanto que sujeto capaz de dominar la naturaleza ateniéndose únicamente a la información que transmiten sus sensaciones para acercarse a la verdad. La revalorización de nuestros sentidos que llevaron a cabo los pensadores ilustrados haciendo depender de ellos la certidumbre o incertidumbre de aquello que se quiere conocer presupone de alguna manera la subjetividad radical que defienden los románticos. Pero estos últimos rechazaron las limitaciones que apresaban la actividad del conocimiento guiado únicamente por la Razón y la experiencia, basándose en la unidad del hombre, en el hombre como una totalidad, imagen del Universo.    El Romanticismo arranca de aquel sujeto que la Ilustración reivindica frente al hombre que el cartesianismo deja en manos del Ser Supremo. La autonomía del sujeto como primer logro del pensamiento ilustrado es fundamental para la concepción que el hombre romántico tiene de sí mismo y en relación a la Naturaleza.
    Diderot y Rousseau rehabilitan la sensibilidad, la pasión y el amor por la naturaleza.
    No obstante, mientras el pensador ilustrado puede descubrir el valor de la sensibilidad, no hace de ella el núcleo de la existencia humana, mientras el romántico concibe para sí y en sí mismo un alma que experiemnta intensamente el amor por la naturaleza, que se consume en sus emociones y en sus dolores, y que en el fondo siempre se busca a sí misma en todo lo que hace.
   2. El Romanticismo
    Es difícil definir qué sea el romanticismo. Su carácter revolucionario es incuestionable. Supone una ruptura con una tradición, con un orden anterior y con una jerarquía de valores culturales y sociales, en nombre de una libertad auténtica. Se proyecta en todas las artes y constituye la esencia de la modernidad.
    Aunque la unanimidad del movimiento romántico reside en una manera de sentir y de concebir al hombre, la naturaleza y la vida, cada país produce un movimiento romántico particular, distinto; incluso cada romanticismo nacional desarrolla distintas tendencias. En Francia o en España se suelen distinguir un romanticismo de apariencia católica y nacional de otro más liberal y materialista. En Alemania o Inglaterra se diferencia un primer romanticismo de un segundo movimiento, más maduro y menos teórico.
    El Romanticismo significó un cambio de gusto de la época y de las teorías estéticas de la creación. Lo moderno frente a lo neoclásico, simbolizado en lo francés y en la imitación de los modelos antiguos. Lessing ataca el teatro francés clasicista, propone imitar a Shakespeare y crear un drama nacional. Herder defiende la existencia de un espíritu nacional ligado al idioma cuyo desarrollo es la historia de cada país; la manifestación de ese espíritu en las creaciones del pueblo y en los grandes poetas, sobre todo en la Edad Media cristiana. Afirma el nacionalismo y el populismo que Schiller practicaría en su teatro. En Inglaterra revive el interés por la mitología y tradiciones medievales escandinavas o celtas (Ossian) y se cultiva un nuevo sentimiento ante la Naturaleza (Wordsworth y Coleridge). Goethe, en Werther, dibuja el "mal del siglo", y en su Fausto, busca un sueño imposible de inmortalidad.
    F. Schlegel, contra la necesidad defendida por los neoclásicos de ajustar la creación a unas reglas o leyes, sostiene que la poesía crea sus propias normas pues es engendrada por la fuerza original invisible de la humanidad. Sigue a Schiller, que oponía la poesía ingenua y sentimental (moderna) a la poesía objetiva. Esta tenía por objeto la perfección formal, que se conseguía a través de sus limitaciones, mientras la moderna y sentimental subordinaba lo formal al contenido, que era una aspiración al infinito.
    Francia había representado la vanguardia del Neoclasicismo, y a pesar de las tempranas manifestaciones que surgen dispersamente en este país y en Inglaterra preludiando el advenimiento del romanticismo, la vanguardia romántica nace en Alemania, bajo el principio kantiano del progreso hacia el infinito de los seres racionales finitos y en las inmediatas manifestaciones nacionalistas alemanas. Herder habla de una nueva literatura, moderna, frente a la clásica francesa. La búsqueda de una identidad nacional se hace coincidir con la necesidad de impulsar una cultura propia.
 2.1. La crisis romántica: la modernidad
 
               "Antes de Dante y Petrarca, el YO yace enquistado bajo la fortaleza de una ontología tiránica pero consoladora; después de Galileo y Shakespeare, transcurrida su gran aventura de autorreconocimiento, su agotadora vitalidad deberá perderse en los distintos caminos del empirismo, del racionalismo y de la restauración de la metafísica tradicional. Entre ambos momentos, el hombre -ya hombre moderno- por primera vez ha alcanzado a ver, con una fecundísima mezcla de fascinación y terror, la verdadera dimensión de su soledad". (Rafael Argullol, La razón romántica)
               
    La Ilustración, heredera del Renacimiento en esto, significó una reordenación del mundo y un impulso al progreso de las ciencias, todo ello necesario para acabar con la metafísica, los prejuicios y la superstición y exponer la relatividad de las costumbres que se acataban como verdades reveladas. La Ilustración cumplió su misión: afirmar al hombre, concediéndole el poder de conquistar la Naturaleza y dominarla en un sueño de progreso hacia la felicidad. Pero los pensadores ilustrados imponen límites al conocimiento: ante la imposibilidad de conocer la cosa en sí, sólo se interesan por el conocimiento de los fenómenos, de la realidad sensible, considerando que aquello que nuestros sentidos no pueden concebir no tiene ninguna utilidad.    El romántico, sin embargo, entiende que en el interior del hombre actúan distintas fuerzas, y que la esencia de lo humano rebasa la esfera de lo inconsciente y de lo racional. El romántico, además de su rebeldía contra el orden del mundo heredado, se opone a la separación entre razón y sentimiento, entre lo real y lo irreal.
    Para el romántico la Naturaleza no es un objeto, un todo mecánico como quería Descartes, sino un todo orgánico, vivo. El yo romántico rechaza formar parte de la Naturaleza como una pieza más de su engranaje, y, por el contrario, hace constar su individualidad, su capacidad creadora y transformadora que extrae de sí mismo, de su interior, y plantea una relación con la Naturaleza como una comunicación del Uno al Todo, que a la vez desencadena su aspiración al infinito: "imagínate lo finito bajo la forma de lo infinito y pensarás al hombre" (F. Schlegel).
    El romántico transforma el instinto en arte y el inconsciente en saber. Aspira a la fusión del sujeto con la obra artística, del "yo" en el "no-yo", del Uno con el Todo. Crear significa aproximarse a su verdad, a la última dimensión del ser.
    El romántico se rebela ante la escisión del hombre moderno entre el Yo y la alteridad, entre el sujeto y el objeto. El conflicto del hombre romántico, el "mal del siglo", su crisis religiosa y existencial es consecuencia de su propia singularidad y de la imposibilidad de fundir su Yo con la alteridad, con el Todo; de, siendo finito, desear unirse y transformarse en infinito.
    El romántico hereda del ilustrado el tedio de la civilización, que produce seres artificiales e insensibles; hereda la admiración hacia el primitivismo del buen salvaje, estropeado, según Rousseau, por la cultura y la civilización. Al romántico le asusta el futuro que la ciencia y el progreso anuncian, y quisiera volver a la plena integración con la Naturaleza, al árbol de la vida, que existió en el Paraíso antes de que se interpusiera el árbol de la ciencia.
                "¿Queréis saber la historia abreviada de casi toda nuestra miseria? Es esta. Existía un hombre natural; se ha introducido dentro de este hombre un hombre artificial; y se ha suscitado en la caverna una guerra civil que dura toda la vida. Tan pronto el hombre natural es el más fuerte, como es derribado por el hombre moral y artificial; y en uno y en otro caso, el triste monstruo es distendido, atenaceado, atormentado, extendido sobre la rueda; gimiente sin cesar, incesantemente desdichado, ya lo transporte y embriague un falso entusiasmo de gloria o lo encorve y abata una falsa ignominia" (Diderot).
                 
 2.2. Temas románticos                2.2.1. Egocentrismo: El alma del hombre es su enemigo interior, identificable con una obsesión incurable por lo imposible, que priva del goce de la vida al individuo y hace que ésta le sea adversa. El alma romántica no es dada desde fuera al individuo, sino que éste la crea cuando tiene conciencia de sus sentimientos. Convierte al individuo en singular y universal, de modo que el Universo sólo es posible concebirlo partiendo del conocimiento de sí mismo, pues el hombre es la imagen del Macrocosmos.
    Este egocentrismo en gran parte remite a Fichte: el Yo es la única realidad existente, pues "no hay más objetos que aquellos de los cuales tienes conciencia. Tú mismo eres tu propio objeto". Por tanto sólo el Yo es real, es el Absoluto, y la poesía permite hacer sensible y comunicativa esta experiencia en tanto que es representación del alma y representación del mundo interior en su totalidad. El poeta es alma y Universo.
    Este egocentrismo romántico tiene sus raíces en la filosofía kantiana y en el idealismo trascendental. Kant llevó el centro de gravedad de la filosofía hacia el interior del propio hombre y valoró el sentimiento para el acto del conocer. Y Schelling, con su filosofía de la Naturaleza dio salida a la circularidad destructora de Fichte, pues el mundo entero se le acababa convirtiendo en un espejo que eternamente le presentaba al yo su propia soledad.
 
    Schelling liberaba al hombre de encontrarse a sí mismo y sólo a sí mismo en todas partes. Admite la existencia de un mundo exterior opuesto al mundo interior (Yo). La intuición realiza la síntesis entre el Uno ("yo") y el Todo (La Naturaleza). El Yo, el Uno se acerca a ese mundo externo para dialogar con él, coexistir con él y reconciliarse con él. El sistema de Schelling contiene, pues, en una suerte de panteísmo, la proyección del hombre en el infinito. El sujeto cree en una visión de algo que está más allá de la cosa, que puede percibir gracias a una intuición esencial en un ámbito de libertad.
       2.2.2. La Libertad: El reino de la libertad absoluta es el ideal romántico, el principio de toda ética romántica: libertad formal en el arte, entendida como necesidad del individuo para explorarse y explorar el mundo exterior, y para lograr la comunicación del Uno con el Todo, en una marcha progresiva hacia la infinitud.
    El romántico se concibe como un ser libre, el cual se manifiesta como un querer ser y un buscador de la verdad. No puede aceptar leyes ni sumisión a ninguna autoridad. Muchos románticos heredaron la crisis de la conciencia europea que la Ilustración provocó al cuestionar, en nombre de la razón, los dogmas religiosos.
    La libertad, como el infinito, es más una aspiración que una realidad. A través de ella cree el romántico poder superar los límites del Yo y reconciliar sujeto con objeto.
    2.2.3. El amor y la muerte: El romántico asocia amor y muerte, como ocurre en el Werther de Goethe. El amor atrae al romántico como vía de conocimiento, como sentimiento puro, fe en la vida y cima del arte y la belleza. Pero el amor acrecienta su sed de infinito. En el objeto del amor proyecta una dimensión más de esta fusión del Uno y el Todo, que es su principal objetivo. Pero no alcanzará la armonía en el amor.
    El romántico ama el amor por el amor mismo, y éste le precipita a la muerte y se la hace desear, descubriendo en ella un principio de vida, y la posibilidad de convertir la muerte en vida: la muerte de amor es vida, y la vida sin amor es muerte.
    En el amor romántico hay una aceptación de la autodestrucción, de la tragedia, porque en el amor se deposita la esperanza en un renacer, en la armonía del Uno y el Todo. En el amor se encarna toda la rebeldía romántica: "Todas las pasiones terminan en tragedia, todo lo que es limitado termina muriendo, toda poesía tiene algo de trágico" (Novalis). En la muerte, el alma romántica encuentra la liberación de la finitud.
    2.2.4. La religión de los románticos:
    Las posturas románticas acerca de la religión son variadas. No obstante, en general la creencia no la fundan los románticos en ninguna norma establecida, en ninguna moral instituida, sino en un sentimiento interior y en una intuición esencial de lo divino que conduce a una unión mística con Dios.
 
Lo que hay de esencialmente nuevo en la religión de los románticos, sobre todo en Alemania, es este sentimiento interior. El intercambio o comunicación entre el individuo y el universo denota una vida superior, y la primera condición de la vida moral. La conciencia de pertenecer a un todo, de formar parte de él desde la propia individualidad, conlleva una responsabilidad moral.
    Para todos los románticos no existe Dios fuera del mundo y del hombre, y debemos actuar motivados por el entusiasmo y el amor ("sintiéndose lleno de Dios", F. Schlegel), una comunicación directa entre el hombre y la Naturaleza, el hombre y Dios, el Uno y el Todo.
 
      2.3. Nacionalismo romántico y Literatura
   La reivindicación del espíritu nacional (Volkgeist), la manifestación de ese espíritu en las creaciones del pueblo y en los grandes poetas y la oposición al clasicismo francés favoreció el cultivo de literaturas nacionales modernas o románticas.
    El Romanticismo en literatura significa libertad, en la elección de la forma y en la eleción del contenido. Se trata de una literatura revolucionaria por cuanto supone la liquidación de la norma clásica y la enemiga de los neoclasicistas. En Francia se dio la más cruenta batalla entre clásicos y románticos.
    Si bien la poesía vio la aparición de nuevas formas como el lied alemán, la balada o el poema dramático, es en el teatro donde se producen los mayores cambios respecto a la normativa neoclasicista. El drama nuevo exige una libertad que sólo se había alcanzado en la obra de Shakespeare, y en casi todos los países europeos es producto entre otros factores de un desarrollo del espíritu nacional y nacionalista que propugna la necesidad de suprimir la influencia extranjera y la importación del programa clásico procedente de Francia, y de crear una literatura nacional. De ahí que los temas históricos y nacionales desempeñen en este nuevo drama un papel de suma importancia, en la medida que se reivindica la propia identidad.
    Frente a las unidades que los clásicos defendían como necesarias para componer un drama, los románticos consideran que cada tema impone reglas particulares. Es decir que la forma debe ser orgánica y no mecánica. Los temas los prefieren históricos y que expresen los derechos de los oprimidos. Shakespeare, Lope de Vega, Calderón o Schiller pasan a ser los modelos invocados.
    La nueva novela se convierte en un medio de describir sensaciones y pasiones, y se crea la novela histórica, cuyo maestro fue Walter Scott. El protagonista frecuentemente es el doble del autor, el cual penetra en su interior y describe sus sentimientos, al igual que recrea lo maravilloso, lo exótico o la aventura. Werther, de Goethe, fue para los románticos el modelo bajo la forma una novela-diario que penetra en la interioridad del personaje, comunica sus sentimientos, y los hace universales.
3. Paradigmas románticos de la subjetividad
    El rasgo distintivo del movimiento romántico es su arraigo en lo subjetivo. El centro, el principio de organización es el sujeto, concebido como Yo individual. Y la función del romanticismo en la formación de la cultura burguesa fue representar la subjetividad como Yo individual, de forma que los lectores interpretaran su existencia inmediata desde el punto de vista de un esquema que distingue al sujeto que percibe y desea  del mundo físico y social que lo rodea, esto es, el Yo frente al no-Yo.
    Los románticos convirtieron al sujeto individual en el punto de vista desde el que había de considerarse el mundo, por lo que tuvo este movimiento un carácter profundamente introspectivo. De modo que el verdadero tema de la literatura o el arte romántico no suele ser el tema externo, sino la vida psicológica íntima. El espacio psíquico se hace cada vez más profundo y abismal.
    Una consecuencia de su postura determinadamente individualista fue que el universo podía reflejarse dentro de un sujeto individual. Y el arte, como capacidad de inventar, es paradigmático de la capacidad del hombre de introducir la existencia misma en su mente y reescribirla de acuerdo con las imágenes del deseo. El poeta romántico define, crea y transforma en sus textos la realidad y da vida al yo definidor y creativo. El centro dominante y volitivo de la conciencia que rehace la existencia en los textos románticos es la "imagen del deseo" proyectada por el poema..
    El Yo representado por el texto romántico es, por tanto, inevitablemente, el sujeto autor en el proceso de construirse a sí mismo: el esfuerzo de sobrepasar la conciencia de sí alienante mediante los poderes de la imaginación, es decir, el poder mental de introspección y reconstrucción del mundo externo.
    Esa búsqueda, a través del arte, de un Yo independiente y ordenador genera el sentimiento romántico y la ironía romántica: la sinceridad romántica apasionada proclama que el arte puede ser equivalente a la experiencia, mientras que la ironía romántica juega con la laguna que hay entre arte y experiencia.
    Así, pues, el texto romántico anima al lector a confundir al verdadero escritor-persona con el sujeto narrador o el sujeto de la acción creado por el texto (confesionalismo): el Yo lírico o el protagonista, de modo que se tiene a identificar el arte con la vida.
    Pero la obra romántica podía leerse también como imagen del deseo colectivo, de una subjetividad generalizada y no sólo como autorrepresentación de un individuo. Esa relativa apertura de la obra desaparece en los sucesores del romanticismo de finales del siglo XIX, para quienes el Yo íntimo se había desvinculado no sólo de su actividad externa sino también de cualquier modo de deseo transindividual.
    La estructura del Yo romántico se puede resumir en tres arquetipos interrelacionados a los que correspondían casi todos los héroes o imágenes poéticas: el transgresor prometeico de las barreras del deseo; el individuo superior y alienado socialmente; y la conciencia fragmentada.
    3.1. El Yo prometeico
    Además de basar el mapa de la psique en los contornos del deseo, los románticos hicieron del deseo el núcleo de una figura arquetípica del Yo. Vinculada a Prometeo y Lucifer, esta figura proporcionaba una identidad, un centro, al impulso apetecedor y su lucha contra un mundo que se resiste (Yo frente a no-Yo). La rebelión romántica es un tipo de Yo prometeico; la energía irrefrenable del deseo del rebelde, que reclama libertad y poder, hace estallar todo tipo de barreras, políticas, estéticas, físicas y morales. Lord Byron, que fusiona vida y literatura, resume la coincidencia de lo erótico y lo político del prometeísmo romántico.
    El mito prometeico también arroja aspectos negativos: el Titán, Lucifer, por su rebeldía son condenados al castigo y al dolor eternos. Del mismo modo, el sujeto del deseo romántico inextinguible padece una fiebre fatal, pues el deseo nunca alcanzará su objetivo de fusión con el objeto. De modo que el sujeto romántico del deseo, representado como rebelde contra las limitaciones del mundo objetivo, fracasa siempre en su intento de imponer su propia imagen a la realidad.
    Pero esta desilusión revela que las ilusiones infinitas son inherentes al espíritu humano, y que la distancia entre la desmesura de su esperanza y los límites de la posibilidad es la medida de la dignidad y grandeza del hombre.
    A Byron el fracaso histórico de la Revolución Francesa, y el fracaso personal de la aspiración prometeica le lleva a la ironía, mientras que los demás poetas románticos ingleses subliman el deseo no satisfecho mediante una construcción imaginativa del Yo poético.
    El esquema tradicional Edén-caída y redención equivale a la tríada romántica Naturaleza-conciencia de sí-imaginación: la redención por la imaginación significa la unión con la Naturaleza y la vuelta al Edén perdido.
    H. Bloom estudia esta tríada desde el punto de vista del deseo: deseo-frustración-elevación del deseo a un nivel superior. Prometeo es el poeta como héroe en la primera fase de la búsqueda, marcado por un compromiso con la revolución política, social y literaria. Surge una crisis durante la cual se renuncia a la voluntad de poder sobre el mundo externo y el yo se vuelve hacia su interior, buscando un modo de trascender sus limitaciones. En la fase final, el deseo es plenamente absorbido por la imaginación triunfante, lo que completa una dialéctica de amor que une a la imaginación con su novia, que es la Naturaleza como creación imaginativa.
    Este paradigma identifica lo femenino con el objeto de los poderes creativos.
      3.2. El Yo solitario: la alienación
       La alienación es para Bloom un aspecto fundamental del Yo romántico. El ejemplo central de los arquetipos románticos es el solitario, el hombre alienado de todos y de él mismo por una conciencia de sí excesiva.
    Esta versión del Yo exagera la distinción Yo no-Yo. El Yo se define en los términos de su diferencia de la realidad externa: su profunda sensibilidad contra la insensibilidad del mundo (social o natural), sus aspiraciones ansiosas contra la presencia bruta de la realidad. Mientras el Yo prometeico se centra en el deseo en relación a su objeto, el Yo solitario está construido en el espacio vacío inevitable que hay entre ambos.
    En la poesía inglesa, la alienación del sujeto solitario suele presentarse en relación a la naturaleza, pero en el continente europeo el mundo del que está alienado tiende a ser el mundo social e histórico.
    El Werther socialmente inadaptado de Goethe es uno de los primeros ejemplos del modo de subjetividad alienado y consciente de sí encarnado en el solitario. En Francia, el René de Chateaubriand caracteriza el mal du siècle típico del romántico alienado, la insatisfacción dolorosa de la edad moderna.
    El sujeto se aparta del mundo histórico que lo rodea, representándose como víctima de una sociedad hostil y como alma superior que rechaza la impropiedad de la sociedad. El Yo que padece el mal du siècle se sume en la introspección, pues su fascinación con el juego interior de la fantasía, el impulso y la emoción compensa el dolor de su frustración y su soledad.
    Refiriéndose a la Francia posrrevolucionaria, se caracteriza el mal du siècle del siguiente modo:
        "Ocurrió algo importante [la R. Francesa] que conmovió las mentes y los corazones, que dio un rumbo nuevo a las energías. Y entonces, en el escenario de las antiguas hazañas, se estableció un mundo medio acabado. Algunos hombres se habían establecido, satisfechos, dominantes, complacientes. Pero la juventud, por el contrario, se aferraba al recuerdo de algo intenso".
    Cuando el prometeísmo de un momento revolucionario pasado pareció fraudulento, una de las salidas que le quedaba a la nueva generación era construir un Yo que pusiera de relieve la diferencia entre un mundo histórico decepcionante y una interioridad que protegiera la intensidad incluso a costa de un culto insano a la infelicidad, a la insatisfacción.
    Esta construcción del Yo, sin embargo, no permitía ninguna trascendencia mediante la imaginación, al negar la posibilidad de unidad entre el Yo y el mundo. El sujeto conserva sólo los deseos y las energias frustradas, condenado a la insatisfacción y la dispersión.
    Como ocurre en el Don Juan de Byron, la definición del Yo poético desde el punto de vista de la alienación conduce a la ironía romántica como modo estético, de la misma forma en que un Yo prometeico que se niegue a renunciar al deseo tiende a adoptar el concepto romántico de la imaginación.
    Una construcción de la relación sujeto-objeto que esté fundada en la separación, la distancia, la irrealización, se convierte en una conciencia irónica en el momento en que trata de trascender la autocompasión. Parafraseando a  Schlegel, así se explica la aparición de la conciencia irónica:
        "El sujeto de la ironía romántica es el hombre aislado, alienado, que se ha convertido en el objeto de su propia reflexión y cuya conciencia de sí le ha privado de su capacidad de actuar. Aspira nostalgicamente a la unidad y a la infinidad: el mundo se le presenta como dividido y finito... En un acto de reflexión crecientemente expansivo trata de establecer un punto de vista más allá de sí mismo y de resolver en el ámbito de la ficción la tensión que se da entre él mismo y el mundo. No puede superar la negatividad de su situación mediante un acto en el que se produzca la reconciliación del logro finito con la aspiración infinita".
    Los procesos de conciencia utilizados por el Yo alienado construido como irónico tienen una función análoga a la de la imaginación en el caso del Yo prometeico. Ambos sirven a la aspiración del Yo por escapar de los dilemas de su relación con el no-Yo, pero con la siguiente diferencia: la imaginación busca la ilusión de totalidad y de reconciliación, mientras que la ironía hace de la regresión potencialmente infinita la autodiferenciación, la base de la libertad creativa del Yo: Don Juan llama la atención sobre su propio carácter ficticio.
     3.3. El sujeto dividido
    Los románticos conceptuaron el Yo como un desdoblamiento rousseniano en un Yo social y un Yo profundo. La individualidad, y especialmente el Yo no social más profundo -las "cavernas del espíritu de Shelley- es el punto de partida inevitable para una literatura romántica. Buscando la base del Yo irreductible, los románticos emprendieron procesos mentales apartados del control de la conciencia racional, experimentados como "diferentes".
    Gran parte de la literatura romántica adopta la forma de un diálogo íntimo, de comunicación con la capacidad inventiva del espíritu. Por tanto, el Yo poético que puede trascender las fronteras de lo subjetivo y lo objetivo mediante su actividad creativa está construido como diálogo de dos entidades: la mente consciente y las fuerzas inconscientes de la fantasía. Para unos esa otridad interna era fuente de placer como actividad creativa totalizadora (Wordsworth), pero para otros era fuente de locura (Nerval) ante la imposibilidad de una identidad personal.
    El Yo doble de los románticos conduce a una interrogación radical de la identidad del Yo: de la identidad que se centraría y ordenaría el cosmos.
 4. La herencia romántica
    Las actitudes románticas se siguen manifestando en literatura, música, pintura, etc. El término se sigue utilizando y sus connotaciones han evolucionado, a veces banalizándolo.
    El advenimiento de la modernidad está contenido en el  Romanticismo, por cuanto este supuso una regeneración o una reconstrucción frente a la decadencia estética del Neoclasicismo. Pero el Romanticismo no sólo supuso la irrupción de la modernidad a principios del siglo XIX, sino la creación de la esencia de lo moderno incluso tal como se entiende hoy día, por cuanto legitimó la libertad de la forma artística, concibió al hombre como una unidad en el seno de una unidad superior, y le hizo aspirar al infinito mediante la reconciliación de su mundo interior con el mundo exterior. Todo el arte actual deriva en cierto modo de la revolución que supuso el Romanticismo.
    La clave unificadora del complejo fenómeno que es el romanticismo radica en que éste invierte el orden de aproximación humana a la realidad. El individuo modela el mundo, lo interior condiciona lo exterior sin admitir nada que de fuera constriña el Yo. Libertad interior, libertad, meta suprema.
    Esta libertad ha presidido el proceso libertador del mundo actual hasta hoy mismo: liberación del individuo frente a la sociedad, de la mujer frente al hombre, de la región frente a la nación, de la colonia frente a la metrópoli y del obrero frente al burgués. Liberación en la palabra, admitiendo lo vulgar y aun lo soez. Liberación en la religión, admitiendo la convivencia de cultos. Liberación en la educación, permitiendo el desarrollo de la personalidad.
    Pero toda esta liberación tiene un precio, que suele ser un hondo sentimiento de soledad y vacío. Romper con un orden, con una seguridad, con una obediencia lleva consigo ese doloroso desgarramiento en que el individuo se encuentra de pronto consigo mismo, sin nadie más. Aquí radica sin duda el pesimismo, la angustia, la melancolía, el "mal del siglo" con su insatisfacción imposible de colmar, que tan admirablemente expresaron lor románticos y tras ellos sigue expresando la cultura occidental moderna.
 4. Bibliografía
Abrams, M. H., El Romanticismo: tradición y revolución, Visor, Madrid, 1992.
Bloom, H., "The internalization o Quest-Romance", en Romanticism and Conciousness, New York, Norton, 1970.
Bowra, C. M., La Imaginación romántica, Taurus, Madrid, 1972.
Béguin, A., El alma romántica y el sueño, Fonde de Cultura Económica, Madrid, 1993.
Gras Balaguer, M., El Romanticismo, Montesinos, Barcelona, 1988.
 
 
 


 



Literatura española del Romanticismo

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Los poetas contemporáneos (1846), de Antonio María Esquivel. En él retrató a numerosos literatos que constituyeron la pléyade del Romanticismo español, junto con políticos, pintores, músicos, actores e intelectuales. Aparecen Antonio Ferrer del Río (1814-1872), Juan Eugenio Hartzenbusch (1806-1880), Juan Nicasio Gallego (1777-1853), Antonio Gil y Zárate (1793-1861), Tomás Rodríguez Rubí (1817-1890), Isidoro Gil y Baus (1814-1866), Cayetano Rosell y López (1817-1883), Antonio Flores (1818-1866), Manuel Bretón de los Herreros (1796-1873), Francisco González Elipe, Patricio de la Escosura (1807-1878), José María Queipo de Llano, conde de Toreno (1786-1843), Antonio Ros de Olano (1808-1887), Joaquín Francisco Pacheco (1808-1865), Mariano Roca de Togores (1812-1889), Juan González de la Pezuela (1809-1906), Ángel de Saavedra, duque de Rivas (1791-1865), Gabino Tejado (1819-1891), Francisco Javier de Burgos (1824-1902), José Amador de los Ríos (1818-1878), Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862), Carlos Doncel, José Zorrilla (1817-1893), José Güell y Renté (1818-1884), José Fernández de la Vega, Ventura de la Vega (1807-1865), Luis de Olona (1823-1863), Antonio María Esquivel, Julián Romea (1818-1863), Manuel José Quintana (1772-1857), José de Espronceda (1808-1842), José María Díaz (1813 - 1888), Ramón de Campoamor (1817-1901), Manuel Cañete (1822-1891), Pedro de Madrazo y Kuntz (1816-1898), Aureliano Fernández-Guerra (1816-1891), Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882), Cándido Nocedal (1821-1885), Gregorio Romero Larrañaga (1814-1872), Bernardino Fernández de Velasco y Benavides, duque de Frías (1873-1851), Eusebio Asquerino (h.1822-1892), Manuel Juan Diana (1814-1881) y Agustín Durán (1793-1862).
 
El Romanticismo es un movimiento revolucionario en todos los ámbitos vitales que, en las artes, rompe con los esquemas establecidos en el Neoclasicismo, defendiendo la fantasía, la imaginación y las fuerzas irracionales del espíritu. El Neoclasicismo aún perdura en algunos autores, pero muchos, que se iniciaron en la postura neoclasicista, se convirtieron ávidamente al Romanticismo, como el Duque de Rivas o José de Espronceda. Otros, sin embargo, fueron desde sus inicios románticos convencidos.
El origen del término "romanticismo" dista mucho de ser claro, además, la evolución del movimiento cambia según el país. En el siglo XVII aparece ya en Inglaterra con el significado de "irreal". Samuel Pepys (16331703) lo emplea en el sentido de "emocionante" y "amoroso". James Boswell (17401795) lo utiliza para describir el aspecto de Córcega. Romantic aparece como adjetivo genérico para expresar lo "pasional" y "emotivo". En Alemania, sin embargo, fue empleado por Johann Gottfried Herder como sinónimo de "medieval". El término romanhaft (novelesco) fue reemplazado por romantisch, con connotaciones más emotivas y pasionales. En Francia, Jean-Jacques Rousseau lo utiliza en una descripción del Lago de Ginebra. En 1798, el Diccionario de la Academia Francesa recoge el sentido natural y el sentido literario de romantique. En España hay que esperar hasta 1805 para dar con la expresión romancista. Durante los años 1814 y 1818, tras sucesivas polémicas, se usan, aún con indecisión, los términos de romanesco, romancesco, románico y romántico.
Los precursores del Romanticismo, que se extendió por Europa y América, son Rousseau (* 17121778) y el dramaturgo alemán Goethe (* 17491832). Bajo el influjo de estas figuras los románticos se encaminan a crear obras menos perfectas y menos regulares, pero más profundas e íntimas. Buscan entre el misterio e imponen los derechos del sentimiento. Su lema es la libertad en todos los aspectos de la vida.
El Romanticismo en España fue tardío y breve, más intenso, pues la segunda mitad del siglo XIX lo acapara el Realismo, de características antagónicas a la literatura romántica.

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[editar] Tendencias del Romanticismo

Lord Byron, retrato de Thomas Phillips, 1813
En España, el romanticismo es considerado complejo y confuso, con grandes contradicciones que comprenden desde la rebeldía y las ideas revolucionarias hasta el retorno a la tradición católico-monárquica. Respecto a la libertad política, algunos la entendieron como una mera restauración de los valores ideológicos, patrióticos y religiosos que habían deseado suprimir los racionalistas del siglo XVIII. Exaltan, pues, el Cristianismo, el Trono y la Patria, como máximos valores. En esta vertiente de Romanticismo tradicional se incluyen Walter Scott, en Inglaterra, Chateaubriand en Francia, y el Duque de Rivas y José Zorrilla en España. Se basa en la ideología de la Restauración, que se origina tras la caída de Napoleón Bonaparte, y defiende los valores tradicionales representados por la Iglesia y el Estado. Por otro lado, otros románticos, como ciudadanos libres, combaten todo orden establecido, en religión, arte y política. Reclaman los derechos del individuo frente a la sociedad y a las leyes. Ellos representan el Romanticismo revolucionario o Romanticismo liberal y sus representantes más destacados son Lord Byron, en Inglaterra, Victor Hugo, en Francia y José de Espronceda, en España. Se apoya en tres pilares: la búsqueda y la justificación del conocimiento irracional que la razón negaba, la dialéctica hegeliana y el historicismo.

[editar] El costumbrismo

El costumbrismo fija su atención en los hábitos contemporáneos, principalmente desde el punto de vista de las clases populares, y se expresa en un lenguaje purista y castizo. El principal autor costumbrista es Mesonero Romanos, situado al margen del Romanticismo y con una postura irónica ante él. El costumbrismo, generado en el seno del Romanticismo como un signo de melancolía por los valores y costumbres del pasado, contribuyó a la decadencia del movimiento romántico y al inicio del Realismo cuando se aburguesó y se convirtió en un método descriptivo.

[editar] Marco histórico

El Romanticismo abarca la primera mitad del siglo XIX, que es una etapa de fuertes tensiones políticas. Los conservadores defienden sus privilegios pero los liberales y progresistas luchan por suprimirlos. Se abre paso el laicismo y la masonería goza de gran influencia. El pensamiento católico tradicional se defiende frente a las nuevas ideas de los librepensadores y seguidores del filósofo alemán Karl Christian Friedrich Krause. La clase obrera desencadena movimientos de protesta de signo anarquista y socialista, con huelgas y atentados. Mientras en Europa se desarrolla fuertemente la industria y se enriquece culturalmente, España ofrece la imagen de un país poco adelantado y que cada vez está más alejado de Europa.

[editar] Características del Romanticismo

  • Rechazo al Neoclasicismo. Frente al escrupuloso rigor y orden con que, en el siglo XVIII, se observaron las reglas, los escritores románticos combinan los géneros y versos de distintas medidas, a veces mezclando el verso y la prosa; en el teatro se desprecia la regla de las tres unidades (lugar, espacio y tiempo) y alternan lo cómico con lo dramático.
  • Subjetivismo. Sea cual sea el género de la obra, el alma exaltada del autor vierte en ella todos sus sentimientos de insatisfacción ante un mundo que limita y frena el vuelo de sus ansias tanto en el amor, como en la sociedad, el patriotismo, etc. Hacen que la naturaleza se fusione con su estado de ánimo y que se muestre melancólica, tétrica, misteriosa, oscura... a diferencia de los neoclásicos, que apenas mostraban interés por el paisaje. Los anhelos de amor apasionado, ansia de felicidad y posesión de lo infinito causan en el romántico una desazón, una inmensa decepción que en ocasiones les lleva al suicidio, como es el caso de Mariano José de Larra.
  • Atracción por lo nocturno y misterioso. Los románticos sitúan sus sentimientos dolientes y defraudados en lugares misteriosos o melancólicos, como ruinas, bosques, cementerios... De la misma manera que sienten atracción hacia lo sobrenatural, aquello que escapa a cualquier lógica, como los milagros, apariciones, visiones de ultratumba, lo diabólico y brujeril...
  • Fuga del mundo que los rodea. El rechazo de la sociedad burguesa en la que les ha tocado vivir, lleva al romántico a evadirse de sus circunstancias, imaginando épocas pasadas en las que sus ideales prevalecían sobre los demás o inspirándose en lo exótico. Frente a los neoclásicos, que admiraban la antigüedad grecolatina, los románticos prefieren la Edad Media y el Renacimiento. Como géneros más frecuentes, cultivan la novela, la leyenda y el drama histórico.

[editar] Primeras manifestaciones

El Romanticismo penetra en España por Andalucía y por Cataluña (El Europeo):
  • En Andalucía: El cónsul de Prusia en Cádiz, Juan Nicolás Böhl de Faber, padre de la novelista "Fernán Caballero" (seudónimo de Cecilia Böhl de Faber y Larrea), publicó entre 1818 y 1819 en el Diario Mercantil gaditano, una serie de artículos en los que defendía el teatro español del Siglo de Oro, tan atacado por los neoclasicistas. A él se enfrentaron José Joaquín de Mora y Antonio Alcalá Galiano, empleando para ello argumentos tradicionalistas, antiliberales y absolutistas. Las ideas de Böhl de Faber eran para ellos inaceptables (pues seguían aferrados a la Ilustración), pese a que representaban la modernidad literaria europea.
  • En Cataluña: El Europeo fue una revista publicada en Barcelona entre 1823 y 1824 por dos redactores italianos, un inglés y los jóvenes catalanes Bonaventura Carles Aribau y Ramón López Soler. Dicha publicación defendió el Romanticismo moderado y tradicionalista siguiendo el modelo de Böhl, negando totalmente los valores del neoclasicismo. En sus páginas, se hace por primera vez una exposición de la ideología romántica a través de un artículo de Luigi Monteggia titulado Romanticismo.

[editar] La poesía

Escultura dedicada a Bécquer, en Sevilla
Los poetas románticos componen sus poemas en medio de un arrebato de sentimientos, plasmando en versos todo cuanto sienten o piensan. Según parte de la crítica literaria, en sus composiciones hay un lirismo de gran fuerza, sin embargo conviviendo con versos vulgares y prosaicos.
Varios son los temas de la lírica romántica:
  • El Yo, la propia intimidad. Fue Espronceda, dejando en su Canto a Teresa una desgarradora confesión de amor y desengaño, quien con más acierto ha logrado poetizar sus sentimientos.
  • El amor pasional, con entregas súbitas, totales, y rápidos abandonos. La exaltación y el hastío.
  • Se inspiran en temas históricos y legendarios.
  • La religión, aunque frecuentemente sea a través de la rebeldía con la consiguiente compasión y aun exaltación del diablo.
  • Las reivindicaciones sociales (revalorización de los tipos marginales, como el mendigo).
  • La naturaleza, que es mostrada en todas sus modalidades y variaciones. Suelen ambientar sus composiciones en lugares misteriosos, como cementerios, tormentas, el mar embravecido, etc.
  • La sátira, frecuentemente ligada a sucesos políticos o literarios.
También es de señalar que el nuevo espíritu afectó a la versificación. Frente a la monótona repetición neoclásica de letrillas y canciones, se proclamó el derecho de utilizar todas las variaciones métricas existentes, de aclimatar las de otras lenguas y de innovar cuando fuera preciso. El romanticismo se adelanta aquí, como en otros aspectos, a las audacias modernistas de fin de siglo.

[editar] José de Espronceda

José de Espronceda
Nació en 1808, en Almendralejo, Badajoz. Fundó la sociedad secreta de Los numantinos, cuya finalidad era "derribar al gobierno absoluto". Sufrió reclusión por ello. Huye a Lisboa a los dieciocho años y se une con los exiliados liberales. Allí conoce a Teresa Mancha, mujer con la que vivió en Londres. Tras una actuación política agitada, vuelve a España en 1833. Lleva una vida disipada, plagada de lances y aventuras, por lo que Teresa Mancha lo abandona en 1838. Estaba a punto de casarse con otra amada, cuando en 1842 fallece en Madrid.
Batallas, tempestades, amoríos,
por mar y tierra, lances, descripciones
de campos y ciudades, desafíos
y el desastre y furor de las pasiones,
goces, dichas, aciertos, desvaríos,
con algunas morales reflexiones
acerca de la vida y de la muerte,
de mi propia cosecha, que es mi fuerte.
Espronceda cultivó los principales géneros literarios, como la novela histórica, con Sancho Saldaña o El castellano de Cuéllar (1834), el poema épico, con El Pelayo, pero sus obras más importantes son las poéticas. Publicó Poesías en 1840 tras volver del exilio. Son una colección de poemas de carácter desigual que reúne poemas de juventud, de aire neoclásico, junto con otros del romanticismo más exaltado. Estos últimos son los más importantes, en los que engrandece a los tipos más marginales: Canción del pirata, El verdugo, El mendigo, Canto del cosaco. Las obras más importantes son El estudiante de Salamanca (1840) y El diablo mundo:
  • El estudiante de Salamanca (1840): Es una composición que consta de unos dos mil versos de diferentes medidas. Narra los crímenes de don Félix de Montemar, cuya amada Elvira, al abandonarla, muere de amor. Una noche, ve la aparición y la sigue por las calles y contempla su propio entierro. En la mansión de los muertos se desposa con el cadáver de Elvira, y muere.
  • El diablo mundo: Esta obra quedó sin terminar. Consta de 8.100 versos polimétricos, y pretendía ser una epopeya de la vida humana. El canto segundo (Canto a Teresa) ocupa buena parte del poema, y en él evoca su amor por Teresa y llora por su muerte.

[editar] Otros poetas

Carolina Coronado
Pese a la brevedad de la lírica romántica en España, también surgieron otros notables poetas que caben destacar, como el barcelonés Juan Arolas (1805 † (1873), el gallego Nicomedes Pastor Díaz (18111863), Gertrudis Gómez de Avellaneda (18141873), Salvador Bermúdez de Castro (18171883) y Pablo Piferrer (18181848). Este último, pese a escribir solo en castellano, fue uno de los precursores del movimiento romántico en Cataluña.
Carolina Coronado
Mención especial merece Carolina Coronado (Almendralejo, 1823Lisboa, 1911). Pasó gran parte de su infancia en el campo extremeño y muy joven se manifestó como poeta. Casada con un diplomático norteamericano, vivió en varios países extranjeros. Las desgracias familiares le hicieron buscar la soledad y el retiro en Lisboa, donde murió en 1911. Su obra más importante es Poesías (1852).

[editar] La prosa

Durante el Romanticismo hay un gran deseo de ficción literaria, de novela, en contacto con las aventuras y el misterio, sin embargo, la producción española es escasa, limitándose en ocasiones a traducir novelas extranjeras. Fueron más de mil traducciones las que circularon en España antes de 1850, pertenecientes a escritores como Alejandro Dumas, Chateaubriand, Walter Scott, Victor Hugo, etc., del género histórico, sentimental, galante, folletinescas... La prosa española se limita básicamente en la novela, la prosa científica o erudita, el periodismo y el cultivo intenso del costumbrismo.
En el primer cuarto de siglo se distinguen cuatro tipos de novelas: la novela moral y educativa, la novela sentimental, la novela de terror y la novela anticlerical. De todas ellas, la más puramente romántica es la de tipo anticlerical. Sin embargo, la influencia romántica se plasmará, principalmente, en la novela histórica.

[editar] La novela histórica

Enrique Gil y Carrasco.
La novela histórica se desarrolla a imitación de Walter Scott (de quien habían traducido 80 obras), cuya obra más representativa es Ivanhoe. Sigue dos tendencias: la liberal y la moderada. Dentro de la tendencia liberal existe una corriente anticlerical y otra populista. Por otro lado, la tendencia moderada desemboca, en ocasiones, en novelas de exaltación tradicional y católico. Los autores españoles más destacados son:

[editar] La prosa científica

La mayoría de estas obras nacieron de las discusiones que hubo en la asamblea impulsora de la Constitución de Cádiz. Los autores más representativos son Juan Donoso Cortés (18091853) y Jaime Balmes Urpía (18101848):
  • Juan Donoso Cortés procede de la corriente liberal, aunque más tarde acabó defendiendo las concepciones católicas y autoritarias. Su obra más importante es el Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, publicada en 1851. Su estilo es de tono solemne y efectista y suscitó vivas polémicas.
  • Jaime Balmes Urpía, sin embargo, se sitúa dentro del sector conservador y católico. De su amplia obra, cabe destacar El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea (1842) y El criterio (1845).

[editar] El cuadro de costumbres

Mesonero Romanos.
Durante los años 1820 y 1870, se desarrolla en España la literatura costumbrista, que se manifiesta en el llamado cuadro de costumbres, un artículo en prosa de poca extensión. Estos cuadros de costumbres prescinden de todo argumento o lo reducen a un esbozo, describiendo el modo de vida de la época, una costumbre popular o un estereotipo de persona. En muchos casos (como los artículos de Larra) contienen un alto contenido satírico.
El costumbrismo surge por el deseo romántico de resaltar lo diferente y peculiar, inducido por la afición francesa a dicho género. Se publicaron miles de artículos costumbristas, además limitó el desarrollo de la novela en España, puesto que en este género predominaban la narración y los caracteres individuales, mientras que en el cuadro de costumbres se limitan a describir a sus personajes como genéricos (torero, castañera, aguador, etc.). Se escribieron grandes compilaciones colectivas de artículos de este género, como Los españoles pintados por sí mismos (Madrid: Ignacio Boix, 1843-1844 2 vols., reimpresos en uno solo en 1851). Destacaron en él el madrileño Ramón Mesonero Romanos y el andaluz Serafín Estébanez Calderón.
Ramón de Mesonero Romanos, El curioso parlante
Mesonero Romanos nació y murió en Madrid (1803-1882). Perteneció a la Academia Española y fue un pacífico burgués. Su pensamiento era antirromántico y fue en gran observador de la vida que le rodeaba. Fue famoso bajo el pseudónimo de El curioso parlante.
Su principal producción literaria está dedicada al costumbrismo, no obstante, escribió Memorias de un setentón, una alusión a las personas y sucesos que conoció entre 1808 y 1850. Reunió sus cuadros de costumbres en los volúmenes Panorama matritense y Escenas matritenses.
Serafín Estébanez Calderón, El solitario
Nació en Málaga (1799) y murió en Madrid (1867)). Estuvo al frente de altos cargos políticos. De tendencia conservadora, en su juventud fue liberal. Publicó diversas poesías y una novela histórica, Cristianos y moriscos, aunque su obra más famosa es el conjunto de cuadros de costumbres Escenas andaluzas (1848), con cuadros como El bolero, La feria de Mairena, Un baile en Triana, Los Filósofos del figón...

[editar] El periodismo: Mariano José de Larra

A lo largo del convulso siglo XIX el papel del periódico es decisivo. La revista barcelonesa El Europeo (1823-1824) publica artículos sobre el romanticismo y, a través de ella, se conocen en España los nombres de Byron, Schiller y Walter Scott. Pero la prensa también fue un arma para la lucha política. En este sentido, hemos de destacar la prensa político-satírica del Trienio Liberal (El Zurriago, La Manopla), donde no sólo aparecen temas sociales, sino también esbozos costumbristas que son claros precedentes de la producción de Larra.
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, se producen importantes cambios en el periodismo. Los emigrados tras la reacción absolutista de 1823 regresan y junto con la nueva generación (la de José de Espronceda y Larra) van a marcar el estilo de la época, pues han aprendido en los años de exilio de las muchísimo más avanzadas prensas inglesas y francesas. En 1836, el francés Girardin va a iniciar en su periódico La Presse una costumbre llamada a tener un éxito fulminante y duradero: la de publicar novelas por entregas. La prensa española, siempre con la vista puesta en la del país vecino, va a copiar la iniciativa enseguida; sin embargo, su época de mayor auge en nuestro país será entre 1845 y 1855.
Mariano José de Larra, El pobrecito hablador
Mariano José de Larra (Madrid, 1809 † id., 1837), hijo de un exiliado liberal, pronto conquistó la fama como articulista. Su carácter lo hizo poco agradable. Mesonero Romanos, su amigo, habla de "su innata mordacidad, que tan pocas simpatías le acarreaba". A los veinte años contrajo matrimonio, que fracasó. En pleno éxito como escritor, a los veintiocho años de edad, Larra se suicidó con un disparo en la cabeza, al parecer, por una mujer con quien mantenía amores ilícitos.
Aunque Larra es famoso por su obra periodística, también cultivó otros géneros, como la poesía, de cortes neoclásicos y de tipo satírico (Sátira contra los vicios de la corte); el teatro, con la tragedia histórica de Macías; y por último, la novela histórica, con El doncel de don Enrique el Doliente, sobre un trovador gallego a quien dio muerte un marido cegado por los celos.
Artículos periodísticos de Larra
Larra escribió más de doscientos artículos, bajo la firma de diversos pseudónimos: Andrés Niporesas, El pobrecito hablador y sobre todo, Fígaro. Sus trabajos pueden dividirse en tres grupos: de costumbres, literarios y políticos.
  • En los artículos costumbristas, Larra satiriza la forma de vida española. Siente gran pena por su patria imperfecta. Destacan Vuelva usted mañana (Sátira de las oficinas públicas), Corridas de toros, Casarse pronto y mal (con tintes autobiográficos) y El castellano grosero (contra la grosería del campesinado).
  • Su educación afrancesada le impidió despegarse por completo de los gustos neoclásicos, y ello se ve reflejado en sus artículos literarios, donde realizaba críticas sobre las obras románticas de su época.
  • En sus artículos políticos se ve claramente reflejada su educación liberal y progresista, con artículos hostiles al absolutismo, al tradicionalismo y al carlismo. En algunos de ellos, Larra descarga su exaltación revolucionaria, como en esta que dice "Asesinatos por asesinatos, ya que los ha de haber, estoy por los del pueblo".

[editar] El teatro

El teatro neoclásico no logró calar en los gustos de los españoles. A comienzos del siglo XIX seguían aplaudiéndose las obras del Siglo de Oro. Estas obras eran despreciadas por los neoclásicos por no sujetarse a la regla de las tres unidades (acción, lugar y tiempo) y mezclar lo cómico con lo dramático. Sin embargo aquellas obras atraían fuera de España, precisamente por no sujetarse al ideal que defendían los neoclásicos.
El Romanticismo triunfa en el teatro español con La conjuración de Venecia, de Francisco Martínez de la Rosa; El Trovador, de Antonio García Gutiérrez; Los amantes de Teruel, de Juan Eugenio Hartzenbusch; pero el año clave es 1835, cuando se estrena Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas (1791-1865). Lo más cultivado es el drama. Todas las obras contienen elementos líricos, dramáticos y novelescos. Impera en el teatro la libertad en todos los aspectos:
  • Estructura: La regla de las tres unidades, impuesta en la Ilustración desaparece. Los dramas, por ejemplo, suelen tener cinco actos en verso, o en prosa y en verso mezclados, con métrica variada. Si en las obras neoclásicas las acotaciones escénicas no se aceptaban, esto no sucede durante el Romanticismo, pues las acotaciones son abundantes. El monólogo cobra nuevamente fuerza, por ser el mejor medio para expresar las luchas internas de los personajes.
  • Escenarios: La acción teatral gana dinamismo al utilizarse variedad de lugares en una misma representación. Los autores basan sus obras en lugares típicos del romanticismo, como cementerios, ruinas, paisajes solitarios, prisiones, etc. La naturaleza se muestra acorde con los sentimientos y estados de ánimo de los personajes.
  • Temática: El teatro romántico prefiere los temas legendarios, aventureros, caballerescos o histórico-nacionales, con el amor y la libertad como estandarte. Abundan las escenas nocturnas, los desafíos, personajes encubiertos y misteriosos, suicidios, muestras de gallardía o de cinismo. Los acontecimientos se suceden de forma vertiginosa. En cuanto al fondo de las obras, no aspira a aleccionar, como pretendían los neoclásicos en sus obras, sino a conmover.
  • Personajes: El número de personajes aumenta en las obras. El héroe masculino suele ser misterioso y valiente. La heroína es inocente y fiel, con una pasión intensa. Pero ambos están marcados por un destino fatal. La muerte es la liberación. Se da más importancia al dinamismo de las acciones que al análisis de la psicología de los personajes.

[editar] Ángel de Saavedra, duque de Rivas

Ángel de Saavedra, duque de Rivas
Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano (Córdoba, 1791Madrid, 1865). Luchó contra la invasión francesa y, en política, actuó como progresista exaltado. Por ello fue condenado a muerte, aunque consiguió escapar.
En Malta conoció a un crítico inglés, que le hizo valorar el teatro clásico y lo convirtió al Romanticismo. Vivió en Francia durante su destierro, y regresó a España diez años más tarde, en 1834. Si, cuando salió de España, Ángel de Saavedra se consideraba como un neoclásico liberal, cuando regresó a España ya era romántico conservador.
Desempeñó importantes cargos públicos. Como la mayoría de los escritores de su época, comenzó adoptando la estética neoclásica en el género lírico (Poesías, 1874) y el género dramático (Lanuza, 1822). Su incorporación al Romanticismo fue progresiva y puede apreciarse en poemas como El desterrado. En Romances históricos hace plena su conversión.
La fama de Rivas se funda en Leyendas, pero sobre todo en Don Álvaro o la fuerza del sino, el cual se estrenó en el Teatro del Príncipe (actual Teatro Español) de Madrid en 1835, ante unos mil trescientos asistentes, que presenciaron el primer drama romántico español, con tantas novedades como la combinación de la prosa y el verso.

[editar] José Zorrilla

José Zorrilla.
Nació en Valladolid, 1817 y murió en Madrid, en 1893. Inició su carrera literaria leyendo unos versos en el entierro de Larra, con los que ganó gran fama. Contrajo matrimonio con una viuda dieciséis años mayor que él, pero fracasó y, huyendo de ella, marcha a Francia y después a México en 1855, donde el emperador Maximiliano lo nombró director del Teatro Nacional. Al regresar a España en 1866 fue acogido con entusiasmo. Volvió a casarse y, con constantes penurias monetarias, no tuvo más remedio que malvender sus obras, como Don Juan Tenorio. Las Cortes le otorgaron una pensión en 1886.
Obra
La trayectoria literaria de Zorrilla es prolífica. Su poesía alcanza el cenit con Leyendas, que son pequeños dramas contados como narraciones en verso. Las más importantes de sus leyendas son Margarita la Tornera y A buen juez, mejor testigo.
Sin embargo, su reconocimiento se debe más a sus obras dramáticas. De sus dramas destacan El zapatero y el rey, sobre la muerte del rey don Pedro; Traidor, inconfeso y mártir, acerca del famoso pastelero de Madrigal, que se hizo pasar por don Sebastián, rey de Portugal; Don Juan Tenorio (1844), la más famosa de sus obras, se representa como una tradición en muchas ciudades de España a principios de noviembre. Trata el tema del célebre burlador de Sevilla, escrito antes por Tirso de Molina (siglo XVII) y por otros autores nacionales y extranjeros.

[editar] Otros autores

Martínez de la Rosa
Francisco Martínez de la Rosa, escritor de transición
Martínez de la Rosa (17871862), nació en Granada. Como político intervino fervientemente en las Cortes de Cádiz. Por sus ideales liberales, sufrió pena de prisión. Emigró a Francia y es nombrado jefe del Gobierno en 1833 al regresar a España. Su política de "justo medio" fracasó entre los extremismos de la izquierda y de la derecha. Sus contemporáneos le apodaron "Rosita la pastelera", aunque hubiese padecido cárcel, destierro y atentados en su lucha por la ansiada libertad.
Sus primeras obras están impregnadas de neoclasicismo, como La niña en casa y la madre en la máscara. Más tarde, al practicar el "justo medio", adoptando la nueva estética latente, escribió sus obras más importantes: Aben Humeya y La conjuración de Venecia.
Antonio García Gutiérrez
Nació en Chiclana de la Frontera, Cádiz, en 1813 y murió en Madrid, en 1884. De familia artesana, se dedicó a las letras y, escaso de recursos, se alistó en el ejército. En 1836 estrenó El trovador, obra que entusiasmó al público, pues le obligó a saludar desde el escenario, inaugurando en España una costumbre vigente en Francia. Gracias a sus éxitos pudo salir de la penuria económica con la que vivía. Al estallar la "Gloriosa", se unió a los revolucionarios, con un himno contra los Borbones que obtuvo una gran popularidad.
Juan Eugenio Hartzenbusch
Bretón de los Herreros.
Nació y murió en Madrid (1806-1880). Hijo de un ebanista alemán y de madre andaluza, en principio se dedicó a la profesión paterna, más consagrado al teatro, obtuvo un rotundo éxito con su obra más famosa, Los amantes de Teruel (1837). Continuó publicando cuentos, poemas y artículos de costumbre.
Manuel Bretón de los Herreros
Nació en Quel, La Rioja, en 1796 y murió en Madrid, en 1873. Comenzó sus andanzas literarias muy joven, con obras como A la vejez viruelas, Muérete y verás y El pelo de la dehesa. Satirizó el Romanticismo, aunque algunos rasgos se filtran en algunas comedias, como Muérete y verás.

[editar] Romanticismo tardío (Posromanticismo)

Durante la segunda mitad del siglo XIX, los anteriores gustos por lo histórico y legendario pasan a un segundo plano y la poesía pasa a ser más sentimental e intimista. Ello viene condicionado por las influencias de la poesía alemana y el nuevo interés que suscita la poesía popular española. La escuela posromántica deja de lado las demás escuelas europeas, a excepción del influjo que ejerce la obra del poeta alemán Heinrich Heine.
La poesía, al contrario de la novela y el teatro, continúa siendo romántica (la novela y el teatro seguirá la tendencia realista). En la poesía la forma pierde parte de su interés para centrar su atención a lo emotivo que puede poseer el poema. Lo narrativo decae en favor de lo lírico. La poesía es más personal e intimista. Se reduce la retórica y se aumenta el lirismo, con el amor y la pasión por el mundo por lo bello como temas principales. Se buscan nuevas formas métricas y nuevos ritmos. La homogeneidad de la que gozaba el Romanticismo se transforma en pluralidad en las ideas poéticas. La poesía posromántica, pues, representa la transición entre el Romanticismo y el Realismo.
Los poetas más representativos de este periodo son Gustavo Adolfo Bécquer, Augusto Ferrán y Rosalía de Castro. Ya no triunfan en aquella sociedad de la Restauración, utilitaria y poco idealista, pues se admiraban más los escritores que trataban temas de la sociedad contemporánea, como Ramón de Campoamor y Gaspar Núñez de Arce, aunque hoy en día no tengan demasiada relevancia crítica.

[editar] Gustavo Adolfo Bécquer

Nació en Sevilla en 1836. Aunque sus apellidos son Domínguez Bastida, firmó con el segundo apellido de su padre, procedente de Flandes. Quedó a temprana edad huérfano y tuvo el deseo frustrado de estudiar Náutica, aunque más tarde hallaría su verdadera vocación, la de escritor. A los 18 años se trasladó a Madrid, donde intentó alcanzar el éxito literario y pasaría penurias. A los 21 años contrajo la enfermedad de la tuberculosis, que más tarde le llevaría a la tumba. Se enamoró fervientemente de Elisa Guillén, quien le correspondió, aunque rompieron pronto, con un gran pesar en el poeta. En 1861 se casa con Casta Esteban y ejerce de periodista con una actitud política conservadora. Más tarde obtiene 500 pesetas mensuales (cantidad importante para la época) como censor de novelas, pero lo pierde en la revolución de septiembre de 1868. Se separa de su esposa, cuya fidelidad no es completa. Comienza a llevar una vida de desilusión y bohemia, y viste con desaseo. En 1870 muere su hermano Valeriano, compañero inseparable del poeta. Gustavo Adolfo se reconcilia con Casta pocos meses antes de su muerte en Madrid, en 1870. Su fallecimiento pasó casi inadvertido y sus restos fueron enterrados, junto a los de su hermano, en Sevilla.
Prosa
Su obra en prosa consta de Leyendas, veintiocho historias, en las que, según el ideal romántico, predominan el misterio y el más allá. Además, también escribió Cartas desde mi celda, un conjunto de crónicas compuestas durante su estancia en el monasterio de Veruela.
Poesía: Las Rimas
Bécquer reunió los poemas que compuso a lo largo de su vida, en Rimas. Son 79 poemas breves, de dos, tres o cuatro estrofas (salvo raras excepciones), generalmente asonantadas, con combinaciones de versos libres.
Rosalía de Castro.

[editar] Rosalía de Castro

Nació en Santiago de Compostela, en 1837, y murió en Iria Flavia, término municipal de Padrón, en 1885. Fue hija de padres que no estaban casados, hecho que le provocó una amargura incurable. Se trasladó a Madrid, donde conoció al historiador gallego Manuel Murguía, con quien contrajo matrimonio. Viven en diversos lugares de Castilla, pero Rosalía, que no sentía simpatía por la región, consigue la instalación definitiva en Galicia.
Su matrimonio no fue feliz. Pasaron problemas económicos, unido a la necesidad de mantener a seis hijos. Murió de cáncer en Iria Flavia, pero sus restos mortales fueron trasladados a Santiago de Compostela, adonde los acompañó una multitud, pues Rosalía era el alma de Galicia.
Obra
Aunque su obra escrita en prosa no fue prolífica, incluye cinco novelas, un cuento y algunos ensayos. Cabe destacar "La hija del mar" y "Flavio", ambas novelas feministas, y El caballero de las botas azules, de trasfondo filosófico y satírico, novela crítica de la capital española y la mala literatura. Es en la poesía la que otorga a Rosalía un lugar más importante en la literatura. Sus primeros libros, La flor (1857) y A mi madre (1863) poseen rasgos característicos del romanticismo, con versos esproncedianos. Sin embargo, sus tres obras más memorables son:
  • Cantares gallegos: Esta obra fue desarrollada durante la estancia de Rosalía en Castilla, donde añora su tierra natal, Galicia. En Castilla se siente como exiliada ya que, según ella, allí se sentía poca estima por lo gallego. Cantares gallegos se trata de una obra de poemas sencillos, con ritmos y temas populares. Siente nostalgia por su tierra y anhela su regreso:
Airiños, airiños aires,
airiños da miña terra;
airiños, airiños aires,
airiños, levaime a ela.
También se desahoga de Castilla, que consideraba explotadora de los pobres segadores gallegos:
Premita Dios, castellanos,
castellanos que aborrezco,
qu'antes os gallegos morran
qu'ir a pedirvos sustento.
  • Follas novas (Hojas nuevas): En el prólogo de ésta obra, Rosalía explica que su libro es fruto del dolor y del desengaño. No es la Galicia física la que ansía y canta en estos poemas, sino su propio sufrimiento y el de sus paisanos. También recurre al ubi sunt, donde expresa su lamento y queja por sentirse despojada de la felicidad y las ilusiones pasadas:
Aquelas risas sin fin,
aquel brincar sin dolor,
aquela louca alegría,
¿por qué acabóu?
  • En las orillas del Sar: Para la mayoría de la crítica, esta es la obra cumbre de la poesía de Rosalía. La única de las tres citadas escrita en castellano. En su época fue poco valorada fuera de las tierras gallegas, no obstante, la Generación del 98 rescató sus poemas. En Las orillas del Sar hace confesiones de su intimidad, del amor y del dolor, las injusticias humanas, la fe, la muerte, la eternidad, etc.

[editar] Poetas antirrománticos

Estos poetas también pueden estar adscritos en el Realismo, dado el ocaso del movimiento romántico y su postura en contra del mismo.
Estatua de Ramón de Campoamor en el Parque del Retiro.

[editar] Ramón de Campoamor

(Navia, Asturias, 1817Madrid, 1901), de ideología moderada, fue gobernador civil y diputado. En su libro Poética, alega su intención de llegar al "arte por la idea". De esta forma, el poema tendrá un argumento claramente definido. También trata de realizar tales ideas en las Humoradas, en las Doloras y en los Pequeños poemas. Las humoradas son pequeños poemas escritos para álbumes y abanicos de sus amigas. Uno de ellos dice:
En este mundo traidor
nada es verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.
Las doloras tienen una pretensión filosófica, como en ¡Quién supiera escribir! o El gaitero de Gijón. En Pequeños poemas, 31 breves composiciones, Campoamor describe las trivialidades del alma de la mujer, como en El tren expreso. La corriente modernista consideraba a Campoamor como símbolo de la antipoesía, por sus pensamientos tan vulgares.

[editar] Gaspar Núñez de Arce

(Valladolid, 1834Madrid 1903). También fue gobernador civil y diputado, además de ministro. Escribió la obra teatral El haz de leña, cuya trama está ambientada en la misteriosa muerte del príncipe don Carlos, hijo de Felipe II. Sus labores poéticos más destacados son La última lamentación de lord Byron, un largo soliloquio sobre las miserias del mundo, la existencia de un ser superior y omnipotente, la política, etc., en La visión de Fray Martín Núñez de Arce presenta a Martín Lutero contemplando desde una roca las naciones que han de seguirle.

[editar] Véase también

[editar] Referencias

  1. El señor de Bembibre as the most relevant Spanish historical novel (en inglés) La influencia de las novelas de Walter Scott en la novela histórica española El señor de Bembibre por Enrique García Díaz. Doctorando en el Dpto. de Filología inglesa de la Universidad de Salamanca.

[editar] Bibliografía

  • Historia de la Literatura Española. El Romanticismo, Juan Luis Alborg, Madrid, Gredos, 1980.
  • Historia de la Literatura Española. El Siglo XIX (I), Víctor García de la Concha, Madrid, Espasa Calpe, 1998.
  • La Imaginación romántica, C. M. Bowra, Taurus, Madrid, 1972.
  • Las Románticas, Susan Kirkpatrick, Castalia, Madrid, 1991.
  • El alma romántica y el sueño, A. Béguin, Fonde de Cultura Económica, Madrid, 1993.
  • El Romanticismo, Gras Balaguer, Montesinos, Barcelona, 1988.
  • El romanticismo español, Vicente Llorens, Madrid, Fundación Juan March, Castalia, 1983.
  • El romanticismo español, Ricardo Navas Ruiz, Madrid, Cátedra, 1990.
  • Historia del movimiento romántico en España, E. Allison Peers, Gredos, Madrid, 1954, 2 vols.
  • "The internalization o Quest-Romance", en Romanticism and Consciousness, H. Bloom, Nueva York, Norton, 1970.
  • Panorama crítico del romanticismo español, Leonardo Romero Tobar, Madrid, Castalia, 1994.
  • La teoría literaria: Romanticismo, krausismo y modernismo ante la globalización industrial, Thomas Ward, University, Misisipi: Romance Monographs, 2004.
  • El Romanticismo: tradición y revolución, M. H. Abrams, Visor, Madrid, 1992.
  • Los orígenes del romanticismo reaccionario español: el matrimonio Böhl de Faber, G. Carnero, Universidad de Valencia, 1978.
  • Los orígenes del Romanticismo, F. Garrido Pallardó, Barcelona, Labor, 1968.
  • Entre pueblo y corona. Larra, Espronceda y la novela histórica del Romanticismo, G. Güntert y J.L. Varela, Madrid, UCM, 1986.
  • La época del Romanticismo (1808-1874), H. Juretschke, Madrid, Espasa-Calpe, 1989.
  • Trayectoria del romanticismo español Madrid, P. Sebold, Madrid, Crítica, 1983.
  • De ilustrados y románticos, P. Sebold, Madrid, El Museo Universal, 1952.
  • Poesía española del siglo XIX, J. Urrutia, Madrid, Cátedra, 1985.
  • José de Espronceda y su tiempo. Literatura, sociedad y política en tiempos del romanticismo, R. Marrast, Barcelona, Crítica, 1989 (1ª edición, 1974).
  • El teatro romántico español (1830-1850). Autores, obras, bibliografía, P. Menarini, Bologna, Atesa, 1982.